Lectura y comprensión visual

En una sociedad de cazadores es lógico que los niños jueguen con arcos y flechas. En la denominada sociedad del conocimiento y de la imagen es lógico que se juegue con imágenes e ideas.

Prácticamente al nacer ya poseemos una gran capacidad de comprensión visual. No nacemos sabiendo sobre panorámicas o primeros planos, pero tenemos una agudeza visual que nos permite leer el lenguaje corporal de las personas que nos rodean; aunque no comprendamos lo que nos dicen, leemos su buena o mala energía. No nos engañan, ni con las palabras más floridas.
Aprendemos a leer imágenes antes que leer textos o comprender diálogos. Por eso los niños reconocen rápidamente logotipos publicitarios o memorizan rostros y objetos odiados u apreciados. Cuando la educación tradicional nos enseña a leer y escribir, casi siempre nos tapa esa poderosa capacidad visual y nos hace confiar solamente en las palabras y los argumentos. Estos tienen una importancia innegable. No existiría pensamiento racional sin palabras. Palabra y pensamiento caminan juntos. Pero cuando la palabra y la oralidad obnubilan nuestra innata capacidad visual se vuelven tan tiranas como la tan criticada tiranía de la imagen.
Entonces, el imperio de la palabra, la confianza en el discurso oral, nos deja analfabetos visuales, espectadores pasivos en un mundo plagado de imágenes que nos dominan.
Se afirma, con preocupación, que estamos en la era de la imagen, que ya nadie lee, que nos pasamos la vida frente al monitor de la tele, de la computadora o del teléfono celular. Lo cierto es que siempre la imagen ha sido utilizada por las minorías de poder para convencer o dominar a una mayoría de pasivos espectadores. Porque ver es creer. Y fundamentalmente porque el pensamiento humano está compuesto de palabras que convocan y fijan imágenes en nuestro cerebro. Sin palabras y sin imágenes tampoco existe el pensamiento. Se trata de un frágil y hermoso equilibrio.
Hoy somos bombardeados por miles de imágenes y sin embargo nuestra capacidad visual ha disminuido notablemente; hay un porcentaje cada vez mayor de daltónicos, nuestros músculos ópticos están prácticamente agarrotados y puede decirse que no vemos más allá de nuestras narices. Los ojos, que de niños nos permitían leer el lenguaje corporal de alguien que pretendía engañarnos con palabreríos, hoy no nos alertan ante ese mismo personaje que termina vendiéndonos un buzón en cómodas cuotas. Hemos perdido el sentido de la visión y miramos sin ver.
La comprensión visual es un conjunto de capacidades que tiene el ser humano al momento de observar. Esta se va desarrollando o no a lo largo de la vida.
Una vez adquiridas, estas capacidades son medios por los cuales una persona visualmente alfabetizada discrimina e interpreta las acciones, los objetos y los símbolos, naturales o artificiales, que ve en su ambiente. Al utilizar de manera creativa dichas capacidades, pueder acceder a la comunicación visual, es decir, a generar mensajes utilizando imágenes. Tener una comprensión visual desarrollada nos permite disfrutar ampliamente las imágenes y aprender a crearlas.
Aunque estas capacidades se van refinando con la edad, es importante mejorar los hábitos de observación de detalles en nuestra vida diaria. Es necesario cuestionar nuestros puntos de vista, cambiar nuestras perspectivas, desprenderse de los prejuicios o juicios morales y estéticos aprendidos, para ver la realidad con ojos nuevos, curiosos, dinámicos, casi infantiles. Mirar através de los anteojos de nuestra cultura hegemónica no es Ver.
La frase que afirma que “la realidad es según el cristal con que se mira”, no sólo nos indica que toda mirada es subjetiva e idiológica, sino que puede configurar un discurso cristalizado, algo impuesto que repetimos creyéndolo propio y original. Entonces, es conveniente mantenernos alertas ante el peligro de que el grueso cristal de la cultura occidental nos impida captar de manera crítica el auténtico “espíritu de nuestra época”; materia prima sin la cual sólo nos queda consumir o repetir, como un dibujante novato copia el modelo que le ponen enfrente.
Para registrar, expresar o develar la realidad mediante el texto o la imagen, es preciso jugar con nuestra capacidad de acercamiento y distanciamiento. Movernos dentro y fuera, en el medio y en los márgenes. Mantenernos en una actitud de creación pero, además, de investigación. Quitarnos las telarañas de los ojos, volver a despertar y alimentar nuestra poderosa mirada de lince.